¿Qué pensaría de ti
el niño que fuiste?
¿Te has parado a
pensar alguna vez, como te vería el niño que fuiste? ¿Se sentiría orgulloso de
la persona en la que te has convertido o te vería como un adulto aburrido y de
vida triste? Los niños están llenos de ilusión, curiosidad y creatividad, viven fascinados. Sus mentes no tienen barreras. Se caen,
se levantan, y seguidamente vuelven a reír y a jugar como si nada hubiera
pasado. Cada golpe es una lección de la que aprenden algo nuevo. Cuando llegan
a la edad del "¿por qué?" muchas veces los adultos son incapaces de
comprenderles o darles respuestas. Y no hay nada más frustrante que cuando les responden "porque sí" o "porque
lo digo yo". Desde este momento se empieza a adormilar la creatividad y la
curiosidad con la que todos nacemos, la capacidad innata de innovación. A medida que crecemos comenzamos a dar
esas respuestas por validas, las asumimos en nuestro día a día, comenzamos a
dejarnos llevar por la rutina y cerramos nuestras mentes, un gran error. Cada día deberíamos hacer un esfuerzo para reconciliarnos
con el niño que un día fuimos y combinar su ilusión y creatividad con la
experiencia que los años nos aportan.
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